Cuando él y Emma iban a un restaurante, él siempre era incómodamente consciente de las personas que comían solas. ¿No estaban a disgusto? ¿No se sentían solas? No se le había ocurrido hasta ahora que quizás estuvieran comiendo solas por decisión propia, o por toda una secuencia de decisiones que las había conducido a un solo plato, un solo vaso, un solo periódico abierto, un libro.

Paula Fox
, "Pobre George".

miércoles, 21 de enero de 2009

Privilegio y reprobación

La isoportable levedad del ser

Milan Kundera

Tusqueta, Barcelona, 1997

Cuando alguien que me quiere me regala un libro yo me siento privilegiado. Es un acto de confianza íntima que me deja con un cargo de responsabilidad. Cuando me lo regala un desconocido me parece un atrevimiento. Con este que me regaló L. me puse nervioso.

No había leído el libro de Kundera y de repente me entraron unas enormes prisas por hacerlo. Me apetecía aprender rápidamente la historia que ella había decidido compartir conmigo y decidí que leería el libro lo más rápido posible, tratando de enterarme de todo pero sin recrearme en tomar notas o decorar las páginas con post-it’s. Además aproveché mi inmovilidad para encerrarme unos días en casa.

A los que me incordiaron les mentí con falsos planes para todo el fin de semana. Hice viajar a un amigo imaginario desde Palma para cenar, comer y romperlo todo, sólo para ocultar que me quedaba en casa leyendo. Creo que no se dieron cuenta.

Sin embargo, a pesar del aislamiento no consigo concentrarme. Estoy nervioso pensando en qué podré comentar del libro, y como tengo que leerlo tan rápido necesito buscar un hilo argumental sencillo. De pronto encuentro las ciudades de La insoportable levedad del ser.

Zurich: La primera vez que visité Zurich, creía estar enamorado de una valkiria que no me hacía casi caso. Creo que en algún momento ella se quedó hechizada con mi labia, pero no tardó demasiado tiempo en figurarse lo que se aburriría. Íbamos de camino a Praga y allí descubrimos que con un solo polvo era suficiente. Dolió pero no habría vuelta atrás.

Tomás y Teresa, los protagonistas centrales de la novela, hicieron ese mismo viaje, y cuando llegaron a Praga también supieron que no habría vuelta atrás. Habían vivido exiliados en Suiza huyendo del totalitarismo y de las mujeres. Pero una vez allí se dieron cuenta que Ítaca no existe y, miedosos por quedarse y descubrirlo, decidieron volver a Praga. Dolió y dieron la vuelta atrás.

Praga: Una vez en Praga sólo encontraron salida por el camino del aislamiento, protegiéndose, escudándose de todos los ideales y las ilusiones rotas del pasado, de sus debilidades y de su recién descubierta falta de respuestas. Buscaron cobijo hasta encontrar el vientre materno, allí donde el amor es puro y solitario.

Yo sin embargo disfruté muchísimo de Praga aquella vez que me colé en el viaje que D y M habían decidido hacer a solas. La valkiria no me había dolido tanto, y en aquel momento me resultaba imposible pensar en que pasara un día sin acostarme con D. Cogí una mochila y un hotel cutre y de pronto me encontré pasando diez días durmiendo y follando en un colchón tirado en la entrada de la habitación. M estaba molesta, sola en su cama, celosa hasta el punto de abandonarnos.

Claro que la Praga que yo conocí no tiene nada que ver con la que vivieron Teresa y Tomás. Cuando yo fui ya no se veía rastro alguno de los tanques rusos, ni había hombres con cazadora negra de piel haciendo fotos, no había policía social, ni espías ni delatores. Cuando yo visité Praga todavía creía saber qué era el bien y el mal pero no tanto como se creía en 1968, y además no le importaba a nadie lo que hiciera. Cuando Tomás y Teresa llegaron a Praga el bien era verdadero, violento y tenaz. No había alternativas, sólo existía la marcha hacia el Bien Comunista.

Tengo que saltarme algúnos párrafos del libro, como los de la explicación freudiana que hace Kundera de la necesidad de Tomás de andar de cama en cama, con la que discrepo hasta molestarme.

Ginebra: Cuando el amor se acaba uno puede sentirse liberado. Pero en muchas ocasiones uno se siente perdido. Cuando se te acaba el amor por el Bien totalitario uno se siente necesariamente perseguido. Algunos necesitan protecciones cuando se les acaba el amor. Para los perseguidos no existen protecciones. La única protección es desaparecer.

Cuando llevaba dos meses en Ginebra, D se había esfumado y yo me había puesto una tirita. La pasión científica estaba casi liquidada así que me había quedado ya sin arte ni orden. Acudí a una fiesta de cumpleaños en una iglesia y allí había una chica inglesa guapísima. Venía de visita con un maño borracho que sólo disfrutaba del jaleo a su alrededor así que hablé con ella casi toda la noche fascinado. Me estremecía cada vez que acercaba su cara al hablarme y no sé cómo conseguí resistir que me pusiera el brazo sobre el hombro. Olvidé su nombre pero no olvido el abrazo que usó para despedirme y decirme que tuviera cuidado de mí mismo. Me sentí triste y débil, siempre agraciado por una falsa buena suerte.

La vida siguió sin tener ningún sentido, pero se había hecho más real. Electrizado por el deseo, estaba listo para volver a errar. Volver a sentir el privilegio y la reprobación, una vez más, la levedad y el peso.

Teresa y Tomás, sobre todo Teresa, necesitan que el amor lo explique todo. Y que la explicación sea tal límpida que les libere de sus miedos. A Teresa de su madre y a Tomás de sus misiones. Pero la explicación no llega nunca y es más conveniente protegerse. Huir:

Desde la ventana se veía la ladera en la que crecían los cuerpos retorcidos de los manzanos. En la ladera el bosque cerraba el horizonte y la línea de montes se extendía en la lejanía. […] Los manzanos retorcidos crecían en la ladera y ninguno de ellos podía abandonar el sitio en el que había crecido, al igual que Tomás y Teresa nunca podrían ya abandonar este pueblo.

No busquemos respuestas del amor. Ni tampoco belleza. Es una mera casualidad que ni nos dignifica ni nos degrada. La serie de casualidades de las que emerge el amor sólo adquieren belleza a posteriori. Pero con la flecha del tiempo de cara no significan nada, son fruto de nuestra apetencia, deseo o necesidad y del azar. Somos los únicos animales que necesitamos explicarnos el pasado.

La vida humana acontece sólo una vez y por eso nunca podremos averiguar cuáles de nuestras decisiones fueron correctas y cuáles incorrectas. En la situación dada sólo hemos podido decidir una vez y no nos ha sido dada una segunda, una tercera, una cuarta vida para comparar las distintas decisiones.

Usamos nuestra rebeldía como coartada a nuestro egoísmo. Nos declaramos diferentes, iconoclastas o rebeldes, simplemente para explicar nuestra necesidad de ser impulsivos y caprichosos, y nuestra incapacidad para renunciar a lo que nos apetece. Nos adornamos con rasgos de carácter para no parecer animales.

Yo por ejemplo he decidido ser un buen chico. No soy rebelde, procuro ser educado y generoso, incluso a veces soy obediente. Sin embargo también sé que soy egoísta y necesito hacer lo que me dé la gana, sin explicaciones ni excusas, sólo por mi egoísmo. Pero quizás esté equivocado y haya algo más que no logro vislumbrar. Quizás también el egoísmo sea otro coartada. Otro ladrido.

5 comentarios:

  1. Eres un guarro. Pensaba que era un blog de libros y te pones a escirbir sobre "follar en el extranjero". Todos los bloggeros sois iguales.

    ¿Dónde fue M? Te lo digo porque si eso para otra vez, avísame. Es una pena que se haya marchado porque nadie le diera lo suyo.

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  2. Creo recordar que a mí esta historia me desveló el significado del capricho. No sé, ni puedo explicar, ni tengo interés en el por qué- y eso es extraño- lo identificada que me sentí con todos y cada uno de los personajes de Kundera. Unas veces era Teresa, pero ya no le recuerdo; otras, era Tomás, pero no estoy segura; y en algunas ocasiones, su amante: una mujer frívola por necesidad. De ésta sí que tengo memoria.

    Inevitable ser melancólico al recordar una idea de Kundera que me ha acompañado desde que leí su libro y que me es imposible textualizar: el débil se convierte en fuerte al apoyarse en el fuerte y el fuerte en débil al dejar que el débil se apoye en él. Suena al cuento que dice así: Si el mentiroso dice que es mentiroso, ¿dice la verdad o está mintiendo? Un sin sentido y nosotros buscando realidades y justicia.

    En justicia me paso el día pensando a la hora de coger el teléfono.
    Divago, porque yo no me refiero a esta reseña…

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  3. Para mí la insoportable levedad del ser es precisamente esa necesidad de identificarnos con cada uno de los personajes de la novela. Todos hemos sido todos, o al menos lo hemos querido. Quizás en eso resida la normalidad de nuestras vidas.

    Tomás actúa como un ser caprichoso con el único objetivo de justificar su continua frustración. Le han robado la vida y cree que debe buscar una vía de escape en cada cama. Kundera se inventa una justificación freudiana, muy poética si queremos pero a mi modo de ver un podo forzada y obsoleta, de ese ansia de infidelidad. Para mí, sin embargo, la única forma que tiene Tomás de sentirse – de algún modo – tal y como es, es volviendo con Teresa, que aparentemente le necesita. El problema es que Teresa representa todo lo que le ha frustrado, pero también es lo único que le queda a Tomás para no saltar a un Sena cualquiera en cualquier ciudad. Quiere ser uno y el otro, y en ambos cree que encontrará la forma de hacer justicia.

    Teresa también es caprichosa. Es caprichosa porque se ha empeñado en la existencia de la pureza y el bien. A pesar de que todo a su alrededor está lleno de dolor y suciedad, ella es incapaz de asumir la inexistencia del paraíso. Pero una vida entera sin encontrarlo acaba doliendo mucho. Entonces es cuando se empeña en que la mierda que le rodea acabe oliendo como un campo florido. Lucha y lucha con todo el tesón del mundo para que Tomás se quede con ella y consiga a la vez sentirse limpio y fuerte. Lucha para que de los recuerdos agobiantes de su madre emerja un amor materno, limpio y con olor a polvos de talco.

    La amante de Tomás, Sabina, no aparece nada caprichosa porque ha decidido que no hay nada a lo que agarrarse. Que todo es tan frágil o fugaz que no merece reflexión. No hay destino más allá de los pruritos del día a día. No existe otro fin que la duermevela que nos invade cada noche antes del sueño, esa que es exactamente igual día tras día, que no nos sorprende casi nunca. Sabina no es caprichosa, porque ha decidido no distinguir un capricho de un deseo. La única forma de sentirse viva sin necesidad de llenar de sentido ese sentimiento.

    He sido Tomás algunas veces, he padecido el sentimiento de la frustración y lo he tratado de vengar con algunas compañías. He sido Teresa mucho tiempo, pensando que quizás por suerte - sólo con un poco de suerte - tendré un campo de girasoles y margaritas al otro lado de la ventana de mi casa. Pero muchas veces soy Sabina.

    Cuando uno empieza a sentirse así, cuando lo único que esperas del día es que te ofrezca risas por el día para regalarte el sueño por la noche, ya no hace falta la justicia. Tarda tanto tiempo en llegar que al final acaba siendo injusta.

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  4. No pienses en la justicia para coger el teléfono, piensa en las risas.

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  5. Patéticos, sois patéticos...
    y además se os nota mogollón!!

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