Cuando él y Emma iban a un restaurante, él siempre era incómodamente consciente de las personas que comían solas. ¿No estaban a disgusto? ¿No se sentían solas? No se le había ocurrido hasta ahora que quizás estuvieran comiendo solas por decisión propia, o por toda una secuencia de decisiones que las había conducido a un solo plato, un solo vaso, un solo periódico abierto, un libro.

Paula Fox
, "Pobre George".

jueves, 11 de septiembre de 2008

El intelectual enamorado

Carta a D. Historia de un amor.

André Gorz,

Paidós, Barcelona, 2008.

Llevo varios días dudando si escribir sobre este libro. Bueno, mejor dicho, he estado dudando si comprendía el contenido de este libro hasta el punto de poder hablar de él. Ahora pienso que lo mejor hubiera sido no leerlo, no haberme dejado llevar por la fascinación inexplicable que tengo por los suicidas. Amor y suicidio, qué combinación tan romántica.

El caso es que dudaba porque, por un lado, no conozco la obra de André Gorz, un filósofo judío vienés convertido en parisino tras su huida del nazismo. Gorz fue miembro activo de la izquierda alternativa francesa, compañero de batallas de Sartre en Tiempos modernos y especialista en economía política, siguiendo la estela de Marcuse, Habermas y la escuela de Frankfurt. Más adelante, ya pasadas las euforias del ’68, se centró en la crítica de la tecnociencia y en proveer de contenido ideológico al ecologismo. En los tiempos en los que vivimos, no creo que haya duda de que el legado principal de Gorz es Le nouvel observateur del que fue fundador.

El próximo 25 de septiembre hará un año que una amiga de Gorz y de su mujer Dorine, se alertaba ante un cartel colgado en la puerta de su casa: "prévenir la gendarmerie". Dentro, yacían los cuerpos del matrimonio suicida. No hace falta decir que el impacto mediático de la noticia fue importante y pronto se escribieron reseñas, homenajes y todo tipo de elegías para uno de los últimos intelectuales de los que tanto gustaban a nuestros padres.

En 2006, al conocer la grave enfermedad de Dorine, André Gorz escribió Carta a D. Historia de un amor, en el que – dicen las reseñas – declaraba un amor incondicional y absoluto hacia su mujer, insinuando además la intención de no sobrevivir a la muerte de la amada. Para el resto de los mortales todo este amor se hizo real el día de su muerte.

Sin estar exento de polémicas (el bien, el mal), desde el día de su suicidio Gorz y su mujer se han convertido en un icono del amor absoluto, adecuadamente complementado por la imagen del intelectual de la izquierda antiautoritaria, sesentayochesca y ecologista.

Con la publicación por Paidós de la famosa carta, en abril de este año, volvieron a publicarse románticas reseñas del filósofo francés (sólo un ejemplo). Para ello no ha habido demasiados reparos en hacer uso de lo que podríamos denominar marketing suicidal, eso sí políticamente correcto pero suicidal. Pero, ¿alguien se ha leído el libro?

Yo no dudo del amor de esta pareja, ni estoy en condiciones de valorar el legado Gorziano (aunque pasados ya unos años de mi adscripción Marcusiana, me temo lo peor), pero de lo que sí estoy seguro es que Carta a D. es todo menos una carta de amor.

Salvo puntuales elogios y declaraciones de entrega, el libro es simplemente la narración de un intelectual, la explicación egocéntrica de una vida – o mejor dicho de una vida de filósofo - y de una compañía. Una compañía casi carente de toda complicidad íntima, de una complicidad mínimamente diferente a la que un ejecutivo pueda tener con su querida secretaria. Una carta amorosa que carece completamente de cualquier atisbo de pasión; una carta que es un ensayo, una reflexión sobre lo que significaba filosofar - a ratos cogidos de la mano - en los ’60 parisinos.

Si esta es la única carta de amor que Gorz era capaz de escribir en 2006 a su mujer gravemente enferma, no debía haberse publicado jamás. Si Gorz necesitaba expiar su culpa por la obsesión por el trabajo, por su silenciosa y pesada introspección filosófica, por la poca atención prestada a Dorine, debería habérsela leído para luego guardarla en sus archivos.

De haber sido así, tras escucharle con paciencia, Dorine habría hecho ese gesto tan fantásticamente femenino. Levantando los párpados, bajando tímidamente la mirada y ladeando dulcemente la cabeza, le habría espetado a su amado André: Es muy bonita, ¿pero me quieres?

1 comentario:

  1. Hola.

    He visto el medallero de tu blog y veo que va ganando Literatura Española (7), seguido de Dos culturas (5) ¿eso dónde es?, y luego con 3 medallas están varios, Auschwitz, Literatura alemana, Literatura italiana y Poesía.

    ¡Jódete y baila!

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