Cuando él y Emma iban a un restaurante, él siempre era incómodamente consciente de las personas que comían solas. ¿No estaban a disgusto? ¿No se sentían solas? No se le había ocurrido hasta ahora que quizás estuvieran comiendo solas por decisión propia, o por toda una secuencia de decisiones que las había conducido a un solo plato, un solo vaso, un solo periódico abierto, un libro.

Paula Fox
, "Pobre George".

viernes, 8 de agosto de 2008

Misericordia

Sobre los acantilados de mármol

Ernst Jünger,

Ediciones Destino, Barcelona, 2004.

Hace unas semanas nos enteramos que habían detenido a una bestia: Radovan Karadzic. Así que en los últimos días la prensa ha sacado a Serbia del baúl; nos están ofreciendo en directo todo el proceso de su entrega para su juicio ante las autoridades internacionales - me da lo mismo que sea o no un criminal de guerra, sé que es una mala bestia – y nos hemos enterado de su fantasmagórica faceta de curandero y de su gusto por la poesía.

Hoy mismo el diario El País publicaba un artículo que reflexionaba, a partir de la poesía escrita por la bestia serbo-bosnia, sobre el efecto que la obra de poetas nacionalistas serbios había producido sobre la población en los años ochenta y su relación con la barbarie posterior.

El artículo me ha recordado un programa nocturno de la COPE. En la emisora de los obispos quieren mucho a Jünger, y recordaron que, una noche, mientras descansaba en el hotel parisino tras sus combates con el ejército Hitleriano, el escritor alemán leía con emoción un salmo que rogaba a Dios un poco de misericordia. ¿Por qué a mí? Se preguntaría Ernst, ¿por qué este sufrimiento y esta barbarie, Dios, por qué?

Jünger tuvo un talento genial, al menos eso es lo que dicen. De lo poco que conozco parece que su exisitez intelectual, está fuera de toda duda. Desde luego fue un intelectual conocido y activo en su época, precoz y famoso, pero a mí me parece que su obra y su vida están llenas de la misma poesía que la de Radovan Karadzic. No pretendo aquí comparar la calidad de las obras de estos poetas del ideal. Simplemente sus mensajes.

Jünger militó desde muy joven en una organización libertaria y nacionalista similar a la de su generación anterior – el Sturm und Drang – que reivindicaba la vuelta a la libertad y a la naturaleza, a la vida rural. ¡Qué bonito el campo! como canta el Sr. Chinarro. A los nacionalismos totalitarios e idealistas – o sea, a todos - siempre les ha gustado el campo. Además de filósofo y novelista, Jünger adoraba especialmente el contacto con la naturalez y era de hecho un experto zoólogo. Ya sabemos que a Karadzic le entusiasman las plantas medicinales.

A pesar de tanta cultura y talento, algo muy en la línea del ideal germánico y de su reinventada pasión por lo clásico y lo elevado, Jünger se alistó voluntario y muy joven para la I Guerra Mundial, periodo que relató en sus memorias y clasificó como una interesante experiencia interior. ¿Cómo? ¿Cómo puede ser una experiencia interior nacionalista y patriótica?

Durante el mandato de Hitler negó su colaboración política e intelectual al régimen, sin embargo jamás renegó de sus ideales nacionalistas y conservadores y hasta 1944 no dimitió de su cargo en el ejército.

Un poco de todo este Jünger está en Los acantilados de mármol (1939), una novela que parece un romance medieval, mitológico. La historia de dos hermanos que llevan una vida idílica dedicada al estudio y a la botánica en un inquietante paraíso. Un vergel que se ve amenazado por la inevitable invasión de unos bárbaros que traerán destrucción y oscuridad. La alarma, la defensa, la destrucción y la huida. Todo narrado con una aparente frialdad mística, que lamenta el presente pero no duda en la existencia de una Arcadia futura.

No se me olvidaba. Jünger no era antisemita y esto lo hace diferente. Esto es lo que le libra para que en las solapas de los libros se le trate con todo el respeto del mundo, con admiración. Pero, ¿por qué pedía Jünger misericordia a Dios? ¿Para que le librara de qué, de quién? Sólo se me ocurre pensar que de sí mismo. Jünger no fue antisemita, pero enarboló, defendió y transmitió un idealismo que sólo podía ser asesino.

Mientras navegaba en búsqueda de información sobre Jünger, me encontré una cita que me devolvió al artículo de esta mañana. Está en un foro de debate de la falange. La entrada se llama Otra poesía es posible. Reproduzco sólo un poco de la poética del grupo:

“…Cuando la Poesía es auténtica, la Poesía se convierte en generadora de futuro, es futurígena fuerza que moviliza a los pueblos, los alza y los conduce a victorias cada vez más altas…”

Y también este emocionante discurso nietzscheano:

“¿Es posible otra Poesía? Me pregunto. Y sé que sí. Que el Movimiento nacional-sindicalista fue descrito por el mismo José Antonio como una "obra poética"; que somos, en el genuino sentido etimológico de la palabra, "poetas" en tanto que creadores.”

Karadzic era mal poeta, pero Jünger un genio de la literatura alemana. Decidme a quién debo temer. Tened misericordia.

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