Cuando él y Emma iban a un restaurante, él siempre era incómodamente consciente de las personas que comían solas. ¿No estaban a disgusto? ¿No se sentían solas? No se le había ocurrido hasta ahora que quizás estuvieran comiendo solas por decisión propia, o por toda una secuencia de decisiones que las había conducido a un solo plato, un solo vaso, un solo periódico abierto, un libro.

Paula Fox
, "Pobre George".

martes, 26 de agosto de 2008

Esperando a que caiga la pelota

Caos calmo

Sandro Veronesi,

Anagrama, Barcelona, 2008.

Conocí la historia de Pietro Paladíni – el protagonista - en algún periódico que anunciaba el próximo estreno de una película protagonizada por Nanni Moretti. Se llamaba Caos calmo y estaba basada en una novela homónima de Sandro Veronesi. A mí las historias de Nanni Moretti siempre me han parecido geniales. Personajes histriónicos, originales y emotivos que transitan por relatos absurdos e inteligentes a la vez.

Pero lo más importante es que las películas de Moretti tienen personajes italianos – él es el primero - muy italianos. Italianos en el sentido más sutil del adjetivo: un italiano puede darle simultáneamente la misma importancia, trascendencia incluso, a una gilipollez que a algún concepto sublime y profundo. Por eso andan tan perdidos. Por eso son tan fascinantes.

Sobre las historias de Sandro Veronesi, ni papa.

Pronto averigüé que en el caso de Caos calmo, Moretti no era ni guionista, ni director, ni productor. Sólo era el actor, sólo le ponía cara, voz y gestos al personaje. ¡Vaya! Ahora Caos Calmo ya no era una historia de Nanni Moretti sino una novela de un desconocido con un personaje principal que ya tiene cara, gestos y voz. Un personaje que si además no me resulta simpático, chiflado y muy italiano me va a defraudar.

Es una putada que te impongan la cara de un personaje. A mí – que tengo mucha memoria para las caras – se me queda fijada la imagen toda la novela. Me condiciona, me molesta.

No sé si Veronesi escribió pensando igual, pero yo empecé la novela con las barbas de Moretti metidas en la cabeza. Afortunadamente Pietro Paladíni es un personaje con vida propia. Es cierto que es un personaje histriónico, absurdo, brillante y muy italiano. Pero también lo es que con el paso de las hojas Pietro va mostrando nuevas facetas que dejan al estereotipo de los personajes de Moretti pequeño.

Aunque la imagen inicial permaneciera de algún modo siempre presente, más adelante también vi a un Paladíni ambicioso, calculador y más fuerte. Un dirigente de éxito del mundo cultural que sin embargo mantiene un espíritu íntegro e independiente. Adorador de la cultura pop pero hijo de una cultura muy clásica. Durante esta fase me rondaba todo el rato en la cabeza el bigote de Juan Cueto, al que luego descubrí en pole position en la lista de los agradecimientos.

A pesar de su éxito, Pietro también es débil, caprichoso e impulsivo. No es egoísta pero sí un poco cobarde, tiene miedo de sufrir y de que todo se le escape de las manos por ello. En consecuencia prefiere no moverse, detener el tiempo, mirar para otro lado. A poder ser girar el cuello para seguir el balanceo de un buen par de tetas.

En este momento, con estos adjetivos aparecí yo. Y empecé a preocuparme. Pero también a divertirme. Y eso que hace tiempo que no me dejo ningún pelo en la cara.

Caos calmo es la historia de un otoño muy especial de la vida de Pietro Paladíni, un burgués de éxito que pierde a su mujer en los mismos momentos en los que él estaba salvando a otra en una playa. Con la pesada carga – que no afronta nunca – de no haber estado en el lugar correcto en el momento más importante de su vida, decide permanecer todo el día sentado frente al colegio de su hija.

Con una naturalidad sorprendente van pasando los días y Pietro se va transformando de pobre viudo en icono de la resistencia y el compromiso. Poco a poco aquellos que inicialmente le tachaban de loco le visitan para pedirle consejo o confesarle los dolores más íntimos. Su tenacidad loca de permanecer frente al colegio y de anteponer ese compromiso a cualquier otra preocupación se ha convertido en una referencia moral.

Pietro Paladini se encentra de repente en una posición moral superior, de forma increíble una locura que ha consistido en no hacer nada es… ¡pooooiiiiingggg! Le acaba de caer la pelota en la cabeza. Se la ha tirado una niña. Se la ha tirado de muy cerca y era muy obvia.

Sandro Veronesi ha escrito el retrato perfecto. Pietro Paladini es un padre complejo y está tan perfectamente retratado que parezco yo mismo. Claudia, su hija, es una niña sencilla y brillante. Sus intervenciones aligeran la novela llenándola de un nihilismo alegre que renueva las fuerzas para seguir. El resto del coro de personajes (la cuñada chiflada, el hermano excéntrico, la tía buena del parque, los compañeros de trabajos, los magnates de las finanzas...) participa armosionsamente del caos calmo de un hombre que para huir de no se le occurre nada mejor que quedarse quieto.

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