Cuando él y Emma iban a un restaurante, él siempre era incómodamente consciente de las personas que comían solas. ¿No estaban a disgusto? ¿No se sentían solas? No se le había ocurrido hasta ahora que quizás estuvieran comiendo solas por decisión propia, o por toda una secuencia de decisiones que las había conducido a un solo plato, un solo vaso, un solo periódico abierto, un libro.

Paula Fox
, "Pobre George".

sábado, 17 de mayo de 2008

Cosas de chicas

El hospital de ranas

Lorrie Moore,

Salamandra, Barcelona, 2004.


- ¿Qué lees?

- Una historia de una mujer que – harta de su marido – se dedica a burlarse de él y a evadirse recordando aventuras de la adolescencia con una amiga. Cosas de chicas.

Así le resumía en un sms a una amiga mi lectura de este libro de Lorrie Moore. Había empezado a leerlo y para cuando lo terminé, el tonteo telefónico ya se había terminado. No habría añadido muchos más detalles – el pudor – pero en una improbable cena me habría extendido – fracasando con una provocación sexy, a lo House - en lo infrecuente que resulta que me interesen las novelas escritas por mujeres. Para ligar mejor sería callarme, pero es la verdad. No es que no consiga que me gusten las novelas escritas por mujeres, de hecho muchas de las que he leído me han gustado, es que no consigo que me interesen.

Lorrie Moore es una excepción. Todos los textos de esta escritora estadounidense a los que me he asomado me han gustado. Y antes de gustarme, me han interesado. No recuerdo muy bien cómo la conocí, pero probablemente sería en un programa televisivo de madrugada en el que un hombre con ojeras hasta las rodillas y una parsimonia a prueba de ataques nucleares la comparaba con Raymond Carver. Un Carver sin alcohol, con mucho más sentido del humor y con un aspecto físico que no hay que pasar por alto. Esto último es de mi cosecha. Lo siento, pero no estoy aquí para luchar contra mi naturaleza.

El Hospital de ranas es la historia de cómo se cierra una etapa. De cómo dejamos atrás la adolescencia y cómo acabamos de encontrar nuestra propia forma de ser a base de bandazos: desilusión ante los padres, falso desinterés hacia el sexo opuesto, amistades platónicas, flirteos – a escala adolescente – con el crimen. Toda la pasión y la seguridad en cada bandazo, por contradictorio que éste sea respecto al anterior. Una lucha al límite – todo parece al límite a cierta edad – para acabar finalmente pareciéndose a nuestros orígenes, a nuestra familias, que tanto aborrecimos.

A Moore hay que agradecerle que relate esta historia, tantas veces ya contada, con descaro pero sin frivolidades, con mucho sentido del humor y con una ligera melancolía. Un cóctel espléndido y lleno de autenticidad que, a quienes lo dejamos pendiente, nos ayuda a fantasear sobre cómo serían las chicas mientras nosotros estábamos todavía pendientes del balón, asomados a los primeros cubatas furtivos y adictos al onanismo.

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