Cuando él y Emma iban a un restaurante, él siempre era incómodamente consciente de las personas que comían solas. ¿No estaban a disgusto? ¿No se sentían solas? No se le había ocurrido hasta ahora que quizás estuvieran comiendo solas por decisión propia, o por toda una secuencia de decisiones que las había conducido a un solo plato, un solo vaso, un solo periódico abierto, un libro.

Paula Fox
, "Pobre George".

sábado, 13 de diciembre de 2008

Mañana, lunes

Los muertos y los vivos

Sharon Olds,

Bartleby Editores, Madrid, 2006.

Me lo había dicho una impresora. Sí, desde hace algún tiempo a algunos objetos les ha dado por hablarme, como a Millás.

A última hora, casi a oscuras, en una tarde de esas en las que uno se pregunta por qué no me voy ya a casa, me dirigí a por unos papeles que había mandado imprimir en la oficina. Lo que me encontré en la bandeja era una amenaza. Sólo cogí la primera hoja. Sólo una. Era una hoja prácticamente en blanco, como esas en las que sólo se pone el título del libro, en las que sólo aparece a modo de sentencia, en negrita y letra grande, una única frase: “Honrarás a tu padre y a tu madre”, este era el aviso. Siempre miro a mi alrededor cuando tengo miedo, pero allí estaba yo solo. Estaba dirigido a mí.

Hoy L. me ha mandado un cuento. Un cuento de padres. Un cuento como un poema de Sharon Olds. Este 2008 que se quiere acabar con tanta prisa ha sido para mí un año lleno de historias de padres. De padres que han sido, de padres que son y de otros que serán. Pienso en mi obligación de honrar a mis progenitores y desafortunadamente me doy cuenta de que las historias de padres que se han cruzado en mi camino son historias que no parecen nada honrosas. Pero quizás se trate de un engaño; quizás lo honroso sea que a pesar de toda la suciedad que acumulamos con los años, los padres, sea como sea, salen limpios al final del camino, al encuentro último con sus jueces. A nuestro encuentro. Para salvarnos.

“Esta noche me quedé de pie en el porche - ¿hacia dónde
miramos para hablarles a los muertos? Pensé en la
rosa nueva, y me acerqué hasta la
hierba gris - en realidad las cosas
de noche no tienen ningún color. Bajé
los peldaños de piedra, como si fuera hasta el lugar en el que
se habla con los muertos. La rosa estaba
a medio erguir, iluminada su blancura en el
aire negro
. Más tarde recordé
tu día. Habrías cumplido noventa y yo te habría regalado
rosas. ¿Están ahí los muertos
si no hablamos con ellos? Cuando iba a verte
siempre estabas sentada tranquilita en tu silla,
sin poder hacer punto, por la artritis
sin poder leer, por la ceguera,
ahí sentada. Nunca supe cómo
lo hacías ni lo que pensabas. Ahora
me siento a veces en el porche, espero,
intentando sentir que estás presente como el color de
las flores en la oscuridad.


Hoy L. me ha mandado un cuento. Un cuento de infancia que parece un poema de Sharon Olds. Pero yo tengo un problema de memoria con la infancia. Quizás sean mis vicios, quizás mi preocupación por mis obsesiones, o simplemente porque mi infancia transcurriera en otro idioma, pero no consigo recordarla. Ahora me parece que he sido viejo siempre, y para honrar a los padres hay que recordar la infancia; sea como fuere es lo única época de nuestras vidas en la que la vida tiene un sentido, o quizás no lo necesite. Más adelante llegan las expectativas y las cosas ya no encajan, los sentidos se derrumban.

“La tersa superficie, el sedoso lustre de su pelo
cayendo delicadamente por ellos
como el agua. Apoyé la mejilla – una vez,
quizás – sobre su firme contorno,
mi oído contra el peso negro de su corazón oculto. A lo sumo
una vez – sin embargo cuando pienso en mi padre
pienso en sus senos, con mi cabeza reposando
en su pecho fragrante, como si hubiese pasado
horas, años, en ese olor a pimienta negra y
tierra roturada.”

He intentado leer el cuento que me ha mandado L. varias veces esta tarde. Pero me derrumbo al segundo párrafo una y otra vez. Necesito más vino – el de esta noche es estupendo para estar bebiéndolo a solas – y para cuando se acabe me reconforta la presencia de la ginebra en el estante. Me vuelve a la cabeza ahora L.M. Panero, cuando decía que nos empeñábamos en negarles a los locos sus laberintos, en lugar de cogerles de la mano para acompañarles a través de ellos.

Yo por mi parte sé que cuando encuentro una mano a la que agarrarme, no me importa donde me lleve; que me sirva para entrar o para salir del él, no me importa el laberinto. Como a Sharon Olds, que llena de dolor todos sus poemas para reivindicar su triunfo, su supervivencia.

Me has abierto los ventanales para el viaje. Un viaje en 4x4 con el depósito repleto de gasolina, para que sea largo. Alguien canta en el asiento de atrás sin coger bien el tono, mientras juega distraída con una muñeca. No conduzco. Y aunque sea por un laberinto, no me bajo.

Hoy L. me ha mandado un cuento que me ha recordado al libro de Sharon Olds, leído ya hace tiempo. Y al igual que la impresora, el libro se ha puesto hablar conmigo. El marca-páginas, rojo y orgulloso en la página 92, me decía con enormes letras blancas: "Mañana, lunes".

6 comentarios:

  1. Tendré que leer a SO....

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  2. Elita,

    Tuve la fortuna de conocer en persona a Olds el año pasado. Además, estuvimos en un contexto muy íntimo, de no más de 20 personas. ¡Qué persona más sincera y profunda! Me acuerdo de haberla preguntado cómo o cuándo decidió que iba a escribir lo que le diera la gana (porque tiene todos esos poemas del cuerpo, del abuso, etc. y yo creo que es una poesía confesional, aunque no me guste la connotación de esa palabra, porque Olds no es una Anne Sexton ni Sylvia Plath) y ella me dijo que cuando tenía 30 años, se rindió a la poesía (o por lo menos, de la que otros querían que ella escribiera).

    De su poesía tiendo a sentirme 2 cosas: o me deja con escalofríos y un mal sabor en la boca, o me deja mirando por mucho tiempo el último verso y quedándome perpleja de cómo, una vez más, ha podido conducir con tanta perfección su confesión. El mal sabor, por algunos de los temas. La maravilla, por su talento de manejarlos.

    Tengo una colección admirable de sus poemarios, y acabo de comprar (regalo navideño) el último ("One Secret Thing"), o para mi madre, mi hermana, o una amiga. No me decido. Te mando un enlace a una entrevista con ella (en inglés), por si te interesa. Está casi al final de la página. Haz clic en "listen."

    http://radiotime.com/program/p_918/Roundtable.aspx

    Engrama

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  3. Gracias por tu comentario Engrama. Coincido contigo sobre tus comentarios sobre la poesía de Olds, en particular en el disgusto que me producen algunos de sus poemas más duros. Lo cierto es que esos me cuestan mucho, no acabo de conectar o emocionarme de algún modo con ellos. Son en carne viva, demasiado duros, yo soy más blando.

    Sin embargo hay otros en los que se muestra más reconfortada, como si hubiese librado una lucha y, en el momento de escribilos, se hubiera reconciliado con el contrincante. Me gusta mucho la forma que tiene de mostrarse dulce. A esos poemas me refiero en el post, a esos me recuerda el cuento de L.

    Trataré de ver la entrevista, pero cuando tengo la suerte de no conocer la cara de un escritor, de no haberle visto nunca, la trato de alargar todo lo posible. Disfruto más.

    Saludos.

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  4. Elita,
    Entiendo lo que dices sobre preferir no verle la cara a algún escritor que te guste. Yo me siento lo mismo sobre oírle la voz. Recuerdo la impresión que me causó oír a Neruda leyendo sus "20 poemas" por primera vez, o a Louise Gluck, una poeta que me encanta leer, pero la que lee, a mi parecer, de una forma pésima. En fin. El enlace que te mandé no es para ver, sino para escuchar.
    Saludos...ya te contestaré tu comentario del otro día, ¿vale?
    E.

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  5. Muchas gracias Engrama, veo que estamos de acuerdo sobre esto de imaginar los escritores en lugar de conocerlos.

    Gracias por tus comentarios.
    Espero tu respuesta.

    Saludos.

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