Cuando él y Emma iban a un restaurante, él siempre era incómodamente consciente de las personas que comían solas. ¿No estaban a disgusto? ¿No se sentían solas? No se le había ocurrido hasta ahora que quizás estuvieran comiendo solas por decisión propia, o por toda una secuencia de decisiones que las había conducido a un solo plato, un solo vaso, un solo periódico abierto, un libro.

Paula Fox
, "Pobre George".

jueves, 3 de julio de 2008

Versos narices arriba

La venganza del inca. Antología de poemas con cocaína.

David González (Ed.)

Cangrejo Pistolero Ediciones, Sevilla, 2007.

Nunca me he sentido fascinado por las presuntas conexiones entre las drogas y la creación artística. A pesar de ello he intentado acercarme a través de algunos libros, a algunas reflexiones al respecto. Sin embargo el resultado ha sido siempre el mismo: nada de nada.

Algo similar me ocurre con la fascinación que les produce a algunos hablar de sexo con supuesta profundidad. Las drogas como el sexo – supongo que entre tantas cosas – las considero regalos de la naturaleza que, como animales que somos, podemos emplear para enriquecer o enmerdar nuestra existencia sin que por ello podamos esperar potencialidades, digamos, virtuosas.

Sin embargo el malditismo y la resistencia contracultural tienen una vocación a prueba de bomba, y resisten, e insisten. Un buen ejemplo de ello es este libro. David González es ciertamente un poeta peculiar, tanto por su poesía como por su historia, y quizás sea este el motivo que me ha llevado a leer esta colección de poemas con alguna relación con la cocaína. A él le descubrí en Feroces y desde entonces le voy siguiendo, poemario tras poemario, porque hay algo en mí que hace que me periódicamente necesite pasearme por los bajos fondos. Aunque sean de cartón piedra. Y eso esperaba encontrarme aquí: la poesía que escribe y lee David González como estos versos de Lluis Pons Mora:

Vivo en la cárcel de Palmáosla, Bolivia,

junto a mis padres y a mis dos hermanos.

Soy la pequeña. Mi nombre no importa.


Mi padre tiene treinta años de condena por

violación, robo a mano armada y secuestro.

Es el jefe de una banda:


mata a aquellos que matan o roban,

sin su permiso, o mata a quien mate a quien

le pagó para que no le mataran


Aquí dentro mi padre trafica con crack, armas,

alcohol, coca, tabaco comida, prostitutas y

electrodomésticos.


Algunos niños salimos al colegio,

cada día, ya algunos solemos volver con droga

de afuera porque nadie nos registra.


Por eso nos trasladamos,

suele decirme mi madre, siempre llorando.

al menos aquí nos respetan, y tu padre es alguien.


Al menos aquí tiene trabajo.

Al menos aquí tenemos un hogar.

Al menos aquí solo hay narcos y asesinos;


No entran las leyes, ni el gobierno, ni la policía.

Vivimos seguros, perjura mi madre.

Por eso vivimos aquí.


A pesar de estas esperanzas, las ocasiones en las que he sentido emoción, quizás un poco de dolor, o incluso algo de miedo en los poemas han sido escasas. La sensación tras leer es la de haber caído en las arenas movedizas de grupo de personas que usan el malditismo como una pose infantil que actúe como un biombo de sombras chinescas para manos artríticas.


Además de un conjunto de malditos desconocidos, el libro también recoge algunas obras de poetas conocidos (¡hasta Mario Benedetti!) o letras de canciones (¿cómo no? Leonard Cohen) o versos de cantantes más o menos famosos (eso sí, también malditos: Patti Smith o Nacho Vegas, por ejemplo). El resultado es un mosaico inconexo e inane que hace que la antología se parezca más bien a la edición de los resultados de la búsqueda de la palabra cocaína en Google. Sin embargo puede que el viaje no haya sido completamente en balde. He encontrado algunas joyas desconocidas, por ejemplo, El blues de la coca de Bukowski:

si crees que algunas mujeres no quieren más que tu amor

prueba a darles un poco de coca no recordarán de qué

color tienes los ojos

o lo que les has susurrado al oído.


pero corta unas rayas

y pásales una cerilla

(para demostrar su profesionalidad)

y

a diferencia de la mujer enamorada

volverán

fielmente.

...

Afortunadamente el libro es breve. De no haber sido así habría caído en una dependencia crónica que – como dice Escohotado en su famoso vademécum – me habría llevado a dejarme llevar por estímulos ridículos o incompatibles con mi propia idea del mundo, generalmente ligados a un complejo de autoimportancia. En otras palabras, la cronicidad me hubiera debilitado ante todo el sentido crítico, la lucidez.

1 comentario:

  1. Hola, Romeo.
    Ya vi la reseña de tu blog por el autor.

    No pongas sus libros a parir, a ver si se va a enfadar. Vi su página web y varios de sus blogs y... Tiene tatuajes.

    ResponderEliminar