Cuando él y Emma iban a un restaurante, él siempre era incómodamente consciente de las personas que comían solas. ¿No estaban a disgusto? ¿No se sentían solas? No se le había ocurrido hasta ahora que quizás estuvieran comiendo solas por decisión propia, o por toda una secuencia de decisiones que las había conducido a un solo plato, un solo vaso, un solo periódico abierto, un libro.

Paula Fox
, "Pobre George".

miércoles, 13 de enero de 2010

John y Tess en la fábrica de cuentos

Concierto del No Mundo

A.G. Porta,

Acantilado, Barcelona, 2005.

Se acabará marchando, de eso estoy seguro. Será pronto, y, como de costumbre, no habré hecho lo suficiente para evitarlo. Se acabará yendo y me quedaré igual que siempre, inmóvil, huyendo hacia el teclado como si la única salvación posible que está a mi alcance fuera la de escribir una gran obra que contenga todos mis silencios, todas las imágenes que invento. La vida inventada.

Pero esta noche escribo sin ayuda: terminé la última postura de opio tras tu visita, esperando que me sirviera de coartada para eludir el choque brusco con la realidad, con el Mundo. Sé que debería hacerte caso y dejar de engañarme: mi vida inventada no vale nada sin el humo y la sobriedad no me deja abrir los ojos. Me deja inmóvil, callado y sonriente. Tú mismo sabrías ponerle un símil.

Le he estado dando vueltas, muchas vueltas hasta quedarme atónito observando la bombilla de la única farola que ilumina mi calle. Es una bombilla amarilla, como casi todo aquello que últimamente aparece ante mis ojos en los momentos de alarma. Pero en esta ocasión la luz de la bombilla es de un amarillo blanquecino y tenue. Tan tenue que, francamente, la farola es lo único visible de la calle. Yo, al menos, no logro distinguir nada más: no hay casas, ni aceras, ni asfalto. Tampoco pasan coches. Parece que en esta calle, si realmente existe, sólo hay una farola envuelta en un halo de penumbra amarillenta que desaparece en pocos metros. Todo el resto es oscuridad.

Me he quedado embobado mirando a la bombilla, dándole vueltas a todo esto. También al asunto de Tess. Pero me he distraído pensando en el momento en que, justamente encima de la única ventana de mi habitación, un funcionario municipal decidió poner esta estúpida farola. Una farola tan débil que sólo logra iluminarse a sí misma es una farola inútil. Y esta es tan inútil que sólo cobra sentido si en realidad fue instalada para observarme, ya que, claro está, desde el otro lado de la calle lo único visible es la farola y su penumbra, pero también los son mi ventana y mi cara retorcida observando la bombilla.

La revelación de esta nueva perspectiva de la calle me ha producido una sensación suave de ridículo, similar al pudor que se siente al descubrir ser observado en la distancia. He creído sentir que me espiaban con una linterna, aunque a ratos parecía mucho más probable que estuviera siendo interrogado tras una enorme lámpara policial. He bajado la mirada para descansar la vista y he descubierto mi sombra proyectada más abajo, en el piso de la calle. De forma inconsciente y algo patética me ha parecido estar ante el único foco de un teatro oscuro, de pie en un escenario frente a un mar de butacas que no sé si están vacías, listo para arrancar un monólogo cínico y brillante con el que exponer todas mis certezas. Un monólogo breve y monocorde, sin duda.

Creo que en algún momento del discurso, seguramente cuando estaba siendo más convincente, pensé que la farola era un faro. Pero finalmente comprobé que la luz provenía del viejo flexo que hay sobre mi mesa, el mismo que ahora ilumina un cuaderno casi en blanco en el que he tomado las notas que me ayudarán a escribir tu carta. Decidí cerrar las persianas y apagar la farola. Encerrarme una vez más, darle vueltas al asunto de Tess y resolver de una vez por todas todo esto.

Sé que se acabará marchando y no habrá nada que yo pueda hacer. Pero no importa, debo pensar primero en mí, recuperar el pulso, volver a percibir la vida tal y como es, o al menos tal y como dicen que es. Iré paso a paso. Aquí todavía me cuesta distinguir el día de la noche, a pesar de que en Manchester hace años que el humo de las fábricas dejó de flotar sobre el río. El aire ahora está más limpio, pero no es suficiente y tú lo sabes. Conocemos bien el esfuerzo que pone la ciudad en permanecer gris a todas horas. Además he cerrado las persianas para evitar la luz de la farola y, en cualquier caso, ahora eso no importa: he vuelto con la convicción de concentrarme y resolverlo, de modo que después de algunos días de bienvenida para celebrar mi retorno he decidido evitar a todos los demás. Me he impuesto acudir a su compañía sólo en los momentos más festivos, aquellos que garanticen el éxito de mis bufonadas y no requieran demasiadas confidencias.

Debes darme más tiempo porque ahora es así: necesito arreglar todo lo demás pero cuando cierro los ojos, cuando vuelvo a mi No Mundo, ella se apodera de mi voluntad. Necesito pedirte más paciencia. Ha pasado tiempo y lo sé, pero no aún el suficiente para perder la esperanza de olvidarla.

Hay noches que John el viejo deambula tosiendo por la casa. Duerme tan mal que él tampoco distingue ya el día de la noche. He seguido a lo largo de todos estos años su camino hacia la renuncia y nunca he sido capaz de hacer nada por él. Hubo un tiempo en el que preferí huir y acabé encontrando a Tess. Así que esta noche, en lugar de salir a ayudarle, me recluyo en el estudio frente al teclado, molesto, fastidiado porque que sus ruidos interrumpan mi vida inventada sin pudor, obligándome a recurrir una vez más a la novela de Porta, a la invención de la literatura, a la invención de la invención de la literatura; a la invención de la niña, a la invención de la niña inventada. Y una vez más, Tess se apodera de todo.

“Si no estuviera tan desesperado se sentiría feliz. Feliz porque los pasos de la niña le parecen minuciosamente calculados. No se irá, sonríe. No la dejará marcharse tan fácilmente. Eso sería una huida, y la niña de su historia no puede acabar huyendo, por más cansada que se sienta, por más que le disguste lo que el pensamiento construye a su alrededor.”

Pero yo sé que Tess se irá. No sé cuándo, pero sé que se irá. Quizás a China, o a África, quizás decida hacer las Américas o puede que simplemente vuelva a Tailandia, al lugar donde por primera vez me enseño ese liguero encarnado bajo su falda. Te haré caso y no insistiré en buscarla. También te prometo que dejaré de inventarla. Sé que ahora no puedo condenar a nadie, real o imaginado, a soportar este nubarrón gris que permanentemente planea sobre mi calle. Debo resolver todo lo demás. No puedo pedirle que se pare, como yo sí debo hacer, a esperar que sea la luz del sol la que haga sombra a la única farola de mi calle.

“De vuelta a la realidad, el guionista también precisa una salida a su propia vida. Mientras escribe se le olvida, pero los problemas acaban por imponerse”.

Te prometo que en unos días la dejaré marchar sin hacer ruido, y que esperaré a buscarla más adelante, en otro cuento. En uno largo y luminoso, en el que yo vista un jersey de fondo blanco y rayas de colores. La buscaré en un cuento de Chéjov pero con un final feliz. Lo escribiré, y cuando lo escriba, hablaremos de todo lo demás.

Prométeme que no te preocuparás.

Tu amigo que te quiere,

John.

7 comentarios:

  1. Elita,
    Me alegra tanto que hayas vuelto! Como siempre, me he leído tu post un par de veces para saborearlo, hasta el próximo.
    Saludos...

    ResponderEliminar
  2. Hola Engrama, muchas gracias por tu comentario. Yo también tenía ganas de volver, pero necesitaba dar con el momento adecuado.

    Espero que nos e-veamos mucho.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Has vuelto, me alegro, echaba en falta tus relatos, como siempre es un placer leerte. Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Me emociona y me identifica el principio tanto, que me ha costado seguir leyendo. He vuelto a tu relato en varias ocasiones. Tengo la sensación de que es desgarrador en su principio, pero luego es como si necesitaras un alivio, te escondes detras de las palabras, levantas el pie del acelerador, no quieres que siga doliendo, me atrevo a decir que huyes, en alguna medida. Y aún asi, es valiente en su conjunto. Quizas es que estoy sensible con estos temas.

    Me gusta mucho. Te echaba de menos. Nos debemos tantas copas, que el dia que nos las tomemos..... Un abrazo elita!!!!

    ResponderEliminar
  5. Sí, Almasy, el día que nos tomemos todas las copas será largo e intenso. Igual hasta hay que avisar a la delegación de Gobierno.

    Muchísimas gracias por tus comentarios. Un abrazo.

    ResponderEliminar