Cuando él y Emma iban a un restaurante, él siempre era incómodamente consciente de las personas que comían solas. ¿No estaban a disgusto? ¿No se sentían solas? No se le había ocurrido hasta ahora que quizás estuvieran comiendo solas por decisión propia, o por toda una secuencia de decisiones que las había conducido a un solo plato, un solo vaso, un solo periódico abierto, un libro.

Paula Fox
, "Pobre George".

martes, 24 de junio de 2008

Un olor traído por la brisa

Dientes de leche

Ignacio Martínez de Pisón

Seix Barral, Barcelona, 2008.

Para aquellos a los que nos ha costado siempre leer eruditos libros de historia y hemos elaborado nuestra propia versión del pasado picoteando de aquí y de allá, los libros de Ignacio Martínez de Pisón son un descubrimiento. Me refiero al menos a este libro y al anterior, Enterrar a los muertos.

Llevamos varios años padeciendo el sesgado y malintencionado debate de revisión del siglo XX español con el que nos fustigan los periódicos y sus voceros, los políticos. Unos quieren revisar la historia desde una superioridad moral totalitaria y absurdamente subjetiva, otros se aferran a lo ya escrito y tratan de igualar las vergüenzas falseando hechos y ocultando porciones del pasado. Si la revisión fuera realmente crítica, y mínimamente inteligente, el tema podría resultar interesante. Sin embargo, con estas premisas el debate resulta ofensivo.

Visto el panorama, estos libros son un descubrimiento salvador.

Una lectura simplona de estos dos libros, es que el primero es un varapalo a la izquierda, y Dientes de leche uno a la derecha. Pero esta visión no es simplona, es estúpida. Respecto a otros narradores de esta época, y de nuestros tiempos, la superioridad moral que sí demuestra éste es la de un historiador justo que pone a sus personajes en el centro de la acción, no a las instituciones o a los ejércitos, y nos relata su historia reivindicando justicia para ellos. O al menos, verdad. Con este empeño le salen historias que cuentan la Historia de forma vivida, o al menos muy cercana, y desde luego honrada.

En Dientes de leche Martínez de Pisón cuenta cincuenta años de una saga de italo-españoles residente en Zaragoza y descendiente de un fascista italiano infame y frágil. Los personajes centrales del libro – además del pater – vienen a ser algo así como nuestros padres. Y a mí me ha dado vértigo sentir la veracidad de este retrato - en blanco y negro al principio, pero Polaroid al final – y ponerle la cara de mis padres. Me resulta difícil asimilar la distancia entre mi juventud y la de ellos.

Alberto Cameroni, el hijo a través del cual se teje la historia, ha vivido toda su vida como un equilibrista hastiado. Primero las dificultades con su madre, su hermano, la dependencia del padre, han hecho de su vida una agotadora búsqueda de la felicidad. Sólo desea atraparla y meterla en una foto.

A su hermano Rafael la vida se le ha ido en una batalla. Ha sido siempre respondón, atrevido e inteligente. Sólo ha decidido madurar, porque necesitaba recuperar la compañía del hermano niño, y para eso había que poder cuidarlo: Paquito, el que se entera de todo y eso que parecía tonto.

Y por último os presento a Elisa, la mujer de Alberto. Abandona prácticamente a su familia – apenas aparecen en el libro - sus estudios y prácticamente su juventud, para zambullirse en una familia tan italiana. Un personaje que recuerda mucho a mi madre en una familia que se parece bastante a la mía. Con dilemas sobre las vidas paralelas y extranjeras que podrían haber vivido - ¿qué amigos tendría? ¿Qué costumbres?¿Se enorgullecería de su parte española como ahora se enorgullecía de la italiana?,se pregunta Alberto – y con momentos de tensión en el que sólo salen palabras en italiano.

Una historia verdadera y auténtica de una familia de verdad, de las que, como todas, sólo a ratos huelen el olor traído por la brisa.

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